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Me lo contaron y lo olvidé; lo vi y lo entendí; lo hice y lo aprendí.

 

Me encanta esta frase de Confucio, porque describe de forma sencilla algo que todos sabemos, o deberíamos saber, aunque no aplicamos tan bien como nos gusta pensar.

En la mayor parte de las charlas o seminarios que imparto dirigidos a empresarios, emprendedores y profesionales independientes, les explico: Cómo mejorar la productividad personal y la gestión del tiempo, la productividad del negocio y, por supuesto, qué habilidades hay que desarrollar o potenciar para gestionar eficientemente nuestra área profesional, sin hipotecar las áreas personales, la familia, hobbies, amistades, etc…

En mayor medida, las personas que vienen lo hacen desde un punto de vista optimista y con ganas de aprender. Esto resulta muy estimulante y hace que nos riamos y divirtamos todos juntos, además de aprender.

El problema es que la mayoría piensa que, simplemente, escuchando y tomando cuatro notas van a ser capaces de ser totalmente eficaces en sus negocios o actividad profesional, maximizando los resultados que pueden llegar a obtener, actuando de forma distinta.

Nada más lejos de la realidad.

Por el contrario, la totalidad de la gente con quien trabajo consigue sus propósitos en pocos meses. Y esto es porque van repitiendo una y otra vez lo que aprenden conmigo.

Se aprende por repetición

Tal y como describe Confucio, la única manera que tenemos para aprender a “hacer” lo correcto es poniéndolo en práctica. No se trata de leer un libro o de asistir a todos los seminarios que puedas. Puesto que con esta forma de actuación, se acaba aplicando poco y mal.

Si realmente quieres cambiar y dar un golpe de timón a tus resultados, deja de ser autodidacta, cogiendo información de un lado y de otro y aplicándola como buenamente puedes.

Invierte tiempo en formarte con una metodología de éxito testada y ponla en práctica una y otra vez hasta que forme parte de ti. Solo así conseguirás todos tus propósitos en la vida.