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El valor de un acto se juzga por su oportunidad.

 

La misma acción en un contexto favorable o desfavorable determinará indudablemente el valor del acto. Aún teniendo en ambos casos, el mismo resultado final.

Muchas veces oímos de grandes actos. Y sin pensarlo mucho, les atribuimos un nivel de valor, de excepcionalidad y de maestría que no necesariamente es real.

Veamos lo que Lao-Tsé nos quiere transmitir con un ejemplo sencillo.

En una empresa, el jefe de ventas ha cerrado un contrato de servicio por 3 años con uno de los clientes potenciales más relevantes de su sector.

Es una muy buena noticia. Y el equipo de ventas puede vestir de valor, excepcionalidad y casi determinar la posesión de poderes sobrenaturales a su jefe por tan importante acción, ¿verdad?

Pero si te digo que ese cliente potencial, con el que el jefe de ventas ha cerrado este gran contrato, es amigo íntimo y comparte partidas de golf con el dueño de la empresa de este jefe de ventas, ¿pensarías lo mismo?