El que está satisfecho con su parte es rico.
La satisfacción personal y sentirse pleno y contento consigo mismo es la mayor de las riquezas a la que se puede aspirar.
Así nos los recuerda Lao-Tsé con esta afirmación. Y de la misma forma, tantos otros filósofos, antiguos y no antiguos, nos lo han recordado a lo largo de toda la historia de la humanidad.
Las personas leemos dichas afirmaciones. Reconocemos su importancia rápidamente y a la misma velocidad olvidamos su significado. Y luego, volvemos a nuestro día a día, a nuestros problemas habituales; para, finalmente, seguir actuando de la misma forma, creyendo que nos conocemos perfectamente.
La mayor parte de la población vive en una “ilusión”. En donde los dolores de cabeza, del día a día, actúan de forma dictatorial; dominando nuestra vida sin que prácticamente nos demos cuenta.
Y lo peor de todo es que la mayoría, en el fondo de su corazón, quieren y desean mejorar su vida, vivir mejor, disponer de más tiempo, ganar más dinero y vivir de forma plena y feliz. Pero no hacen nada para que esto sea así.
Y aún peor. Una gran parte creen, o bien que no pueden hacer nada para redirigir su vida por el camino que ellos/as desean, o bien que ya tienen una vida aceptable y se conforman de forma reprimida con lo que tienen, sea o no de su agrado.
De forma reprimida me refiero, a que ni tan siquiera se atreven a coger un papel y un lápiz y anotar cómo les gustaría que fuese su vida. No se permiten ni el hecho de imaginarlo.
Esto me recuerda lo que dijo un asistente a una de mis ponencias sobre metas en la vida:
“Con lo que nos has explicado, me doy cuenta de que realmente somos pobres hasta para tener ilusiones. Nos conformamos con muy poco y realmente acabamos obteniendo mucho menos”.